POR QUÉ SOLTASTE MI MANO
- Olav Alcántara
- 14 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Memoria de una relación sana.
Música: The War On Drugs - "Thinking of a place"

Tal vez no sea un especialista en la materia o un experimentado en el amor, o alguien adecuado para hablar de ello, pero de lo que estoy seguro es compartir mi experiencia y visión de una relación de pareja sana.
No hace mucho tiempo terminé una relación que empezó de la forma poco usual hoy en día; primero conocí, fui su amigo y luego la pretendí para después pedirle que sea mi novia. Al comienzo no la amaba, pero ya era tiempo de experimentar una relación formal y sana. Lo imaginé mucho tiempo, --por más de 25 años--. Empecé tarde pero muy sensato, responsable, cuerdo y comprometido. Un hombre de palabra. Me gustaba, la quería y terminé amándola; solo que me llegó muy tarde el amor por esa persona.
Ella, una chica que se dedicaba a la medicina, con muchos altibajos en su vida cotidiana, amorosa y linda. Una pareja perfecta, ---dependiendo con que ojos se mirasen--. Una persona de casa, con miles de defectos, una riqueza humana y muy sociable sin ánimos de ser la amiga de todos. Alguien de buena educación, clase y cultura –vamos, una chica de buena familia--.
Nos enamoramos siendo tan perfectos en nuestra imperfección; cada quien expresaba a su manera la forma de amar. Ella, un poco mas melosa y risueña. Yo, alguien completamente disipado, seco y ausente en muchas ocasiones. Polos muy opuestos en todo nuestro ser uno del otro.
Pasamos a ser novios, nos llevábamos bien desde un principio, cometiendo locuras intimas; partiendo desde un beso inocente hasta besarnos la sombra. Viajamos, jugamos, pasamos tiempo muerto, ocio y cóleras. Parte del paquete del tener una relación (…)
Un día ella se enfermo de todo su sistema, se ahogaba, se sentía muy agitada con toda la responsabilidad que su familia le encomendaba por ser la mayor y tener un padre ausente, una madre delicada de salud y una hermana menor que no podía hacer mucho.
Pasaron tres años de relación y de la manera más absurda recibí una llamada telefónica; un siete de noviembre del 2019 por horas de la mañana rumbo a mi trabajo, donde me decía que tenia que dejarme y terminar la relación por motivos estrictamente personales y de salud. No quería verme sufrir y estaba dispuesta a darme la cara después, ahora no quería verme llorar, al ver que ella se iba de mi vida. Una devastadora toma decisiva que irrumpió mi vida, mi día y mi salud emocional. Solo atiné a escuchar sus puntos de vista que la hacía tomar esa decisión al punto de disuadirla, pero su forma impulsiva y mártir estaba cerrada, escuchar una solución juntos como pareja era imposible. Su psiquiatra (le había aconsejado que estuviera sola mientras) esté en ese trance y depresión ---cosa que me pareció muy desconcertante y contradictorio--, terminé por llorar en silencio todo el resto del trayecto al trabajo y no pronuncié palabra alguna y mucho menos, concentrarme en nada de lo que hacía.
Miles de preguntas, interrogantes, y demás culpas que también amenazaba mi cerebro aparecieron, no daba con la respuesta. Me fui a casa porque me sentía mal, y así pasaron días que no podía comer, respirar, ser y esperar lo que tanto ella me había acostumbrado: a su presencia, llamadas y mensajes diarios al final de la noche.
Todo se esfumaba como un soplo efímero que no volvería nunca más. Prendí un silencio interminable hasta bajar de peso de tanto pensar que fue lo que pasó.
Concluyendo al final: “muchos nos portamos bien, tenemos una relación sana (de confianza, derechos ganados y permitidos, sin discrepancias ni discusiones y menos siendo celosos o tóxicos) pero cuando haces bien las cosas tampoco es garantía que dure tu relación, porque si no es por infidelidad, pues, existe la gran posibilidad que el amor se termine para uno de los dos y más para el que tanto proclamó amor eterno”.
En todos mis pensamientos caí en la tentación de culparme, y –seguro que también tenía culpa--. Hubiese dio mejor haber sido infiel o me hayan sido infiel, porque al menos habría una gran respuesta concisa y clara evidenciada que una ruptura que no tenía motivo alguno o razón de ser. Muchas veces la depresión nos juega una mala pasada para cualquiera de los integrantes de la relación.
Emprendí un viaje con rumbo conocido para disiparme, pero me fue imposible en un comienzo. Crucé el Atlántico y con ayuda de la pandemia conspiraron tener la cabeza fría, encontrar mi equilibrio y estar completamente solo sin alguna comunicación con ella y alrededores, me ayudaron a salir a flote. El tiempo es justo y la medicina perfecta para aceptar, pero no para olvidar; siempre quedará el lindo recuerdo de un amor sustancioso y sano. Lo que hoy en día no se encuentra en la vuelta de la esquina.
Ahora que ya pasó más de catorce meses, doy gracias a todo aquel momento que puso de su parte para salir a flote y nadar a la orilla otra vez. No estoy preparado para una nueva aventura del amor, pero algún día me tocará nuevamente arriesgarme. Por lo pronto, estoy de pie y sano con ganas de seguir dedicándome a mí, y comerme el mundo como Julio Verne.
Gracias por todo lo compartido recordado amor. Es hora de dejarte ir por salud emocional y mental.
Cito: “Tú hiciste las cosas bien, pero para la próxima no aguantes de más, debiste irte hace mucho”.
“No tenía miedo de caminar contigo, sino de que soltaras mi mano… Y lo hiciste”.
--Olav Al.--
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