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EL SUFRIMIENTO ES UNA ELECCIÓN

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Una historia jamás contada.


Esta asignatura la tenía pendiente desde hace muchos años. El poder escribir una columna sobre la prisión, los escaparates y sus corredores y como lo decía un escritor sueco: “El palacio de las corrientes de aire” (Stieg Larsson). Titulaba así una de sus mayores novelas famosas.

Aquellos corredores de pisos fríos, grises y sólidos acompañados con aires a soledad y olvido, de poder estar si es que no fuiste una buena persona o eres extranjero como lo que sucedió conmigo, años atrás. Una historia que llegó a mis manos cuando empezaba a escribir profesionalmente, cayó un drama de la vida real a mi teléfono.


Una señora llamada Francisca en Martorell, Barcelona-España; se encontraba en medio de la desesperación; estando tan lejos sin poder hacer nada, recibió una llamada del cónsul sobre su hijo en Lima Perú. Apresado no injustamente pero sí oportunamente en las instalaciones del aeropuerto del Callao por “burrier” (llamado también: "camello" en España) o comúnmente conocido como traficante de estupefacientes o simplemente droga. El pesaje era de seis kilos trasladado hacia Ámsterdam. Un día gris de esos que Lima suele pintar a simple vista pero no siempre en la vida de los lugareños; aunque sí, para doña Francisca en su patria.


Luis Biosca había sido apresado por segunda vez. Primero en la tierra del sol naciente: Japón. Luego en la tierra del sol inca: Perú. Se sabía por rumores bien certeros que él era una persona consumidora más no traficante, pero esta vez fue atrapado con las manos en la masa por la policía aeroportuaria y trasladado al penal Sarita Colonia de la provincia constitucional del Callao. La señora me pedía por medio de una amiga en común --Sandra Canals--, que intercediera por ella en cuanto a ver a su hijo al penal y averiguar que era lo que necesitaba; aunque, el abogado consular ya le había comunicado todo y que Luis no quería defensa, simplemente pagaría su condena como lo hizo en Japón.


La madre afligida no sabía qué hacer siendo viuda y con un hermano en silla de ruedas en su casa y un hijo mayor que estaba en Francia por trabajo. Ambos estaban de manos atadas pero había la posibilidad de ayudarlos y eso hice en cuanto pude. Pasando por ciertas situaciones que nunca creí pasar y ser tratado como hermano de un delincuente y lo que era peor, las interminables y largas colas. La vestimenta que se tenía que llevar era sobrio y de ciertos colores claros sin mucha comida y casi nada de dinero. Dinero que entraba por mí, portándome como un camello también para llevarle el poco dinero que le podía mandar su madre desde Martorell.


Paquita, como le llamaba de cariño estaba muy agradecida y así fueron las visitas quincenales por más de un año casi dos. Dandole las cartas que su madre le escribía a computadora y el dinero enviado por DHL y alguna encomienda que le mandaba con aquellos manjares que no habían en esta tierra del sol para su hijo.


Llegaban los domingos y tenía que madrugar para aparecer en el penal a las 9 am y nos dejaran entrar a cien familiares. Disfrazándome en la puerta con ropa alquilada y comida en bolsas y el dinero entre mi entrepierna. Una odisea; pero sobre todo, un manoseo que los policías del INPE te hacían de cabo a rabo metiéndote en un cuartito y desnudándote para no meter algo indebido como chips de móviles, armas blancas, drogas, Etc. los brazos te los sellaban mientras hacías la fila para hombres (ya que solo eran los domingos y las mujeres y niños eran los sábados). Te sellaban todo el brazo derecho terminando al salir del penal con cinco a seis sellos. Para la cola, para la revisión, para el manoseo, para el patio, para el pabellón, y para la celda o comedor.


Cuando veía a Luis todo flaco y demacrado las primeras veces era insostenible, lloró por su madre y lo mucho que le había fallado. Eran unas lágrimas que salían de unos ojos vidriosos fríos y lleno de amargura más que de arrepentimiento. Conversamos de todo un poco y de lo que estaría dispuesto a pasar por los 20 años que le habían dado por el pesaje encontrado en su maleta alegando que había sido una trampa cuando sabía muy bien que era un trabajo arriesgado y asiduo en su vida. Era inevitable no pensar que quería santificarse para no parecerse más a un delincuente que atentaba contra la salud pública.


Pasamos semanas, meses y años y en el ínterin de ellos conocí a Ricard un catalán de 70 años aproximadamente que estaba por salir y habiendo cumplido la sentencia dada de 6 años con el beneficio del exilio a su país y cumplir con el resto de su condena (13 años). Situación y beneficio que Luis no consiguió por el cambio de gobierno y no pudo ser extraditado a España para tener cerca a su Madre y probar de sus manjares.


Hubo un momento que no me dejaron entrar por los varios motines que se había destapado en el penal y la muerte que había suscitado dentro de ella encontrando mucho contrabando en diferentes celdas de los prisioneros.


Luis se permitía dormir bien y comer en un restaurante dentro. Disfrutar de lo que se llama el lujo carcelario. Por la ayuda de Francisca al mandarle dinero; se permitía no tener que pasar frío ni hambre y así se mantuviera fuerte con el pasar del tiempo y no desfalleciera de inanición ya que todo le caía mal al estómago y no hay que ser un sabio para saber que dentro del penal, la comida es asquerosa.


Llegó el momento que no me dejaron entrar por los últimos acontecimientos que suscitaron en la prisión y solo entraría a ver a su familiar siempre y cuando fueran personas autorizadas por un recurso legal o si fuera su pariente de primer grado (madre, padre, esposa, hijos o hermanos) y yo no era ninguna de las anteriores. Así que mi ayuda llegó con fecha de vencimiento. No podían autorizarme porque la madre estaba fuera y no podía firmar y el abogado hizo lo más que pudo pero me negaron la entrada directa. En mi última visita me quitaron todo menos el dinero ni la carta para darle a Luis pero si los alimentos se fueron para los del INPE. Una pena grande para Luis y para Francisca el darle la noticia que ya no podía hacer visitas.


Pero una madre, es una madre.


Francisca comenzó a buscar algún otro contacto autorizado y dio con una hermana de una congregación religiosa española que servía en Lima y podía entrar sin reservas ni citaciones o carta legal para ver a sus siervos. Solo nombró los datos de Luis y pudo entrar y ella fue la siguiente camello para darle todo lo que podía en nombre de Paquita a su siervo hijo.


Así pasaban los meses y la hermana hacía su misión para con la familia Biosca. Yo desaparecí después de.l agradecimiento de la familia, pero no podía hacer más ya que estaba fuera de mi alcance...


Este film: “La mujer de la fila” protagonizada por Natalia Oreiro y con un guion original basado en hechos reales, me hizo aterrizar y recordar todo lo que pasé para poder ver a un amigo en situaciones paupérrimas. Desde dormir en el suelo frío y helado de una celda hecha para cuatro y dormían en escaleras hasta poder dejarlo en mejor calidad con la ayuda que se pudo.


Lo que una madre hace hasta el infinito para ayudar a un hijo y esperarlo hasta morir si fuera necesario. No tiene precio.


Actualmente no sé nada de ellos. Solo supe por las noticias que Ricard (el viejito con apariencia de papá Noel de un metro noventa fue repatriado a España con su beneficio por uno de los aviones militares peruanos con destino a la península.


Esta columna es en nombre de todos los prisioneros y familiares que también sufren estando fuera y pasar por todo para ver a su ser amado sin importar las situaciones que se pase.


¡Felicidades Argentina, una vez más lo hiciste!


—Olav Al.—

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