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DE LA AZOTEA A LA TERRAZA

Una noche amena dictada por el impulso, empezando por una pareja y terminando en un cuarteto, compartiendo, conociendo y saludando al sonido de los cristales con una salud a viva voz...



       Érase un fin de semana cualquiera, en la cual el motivo de esta salida nocturna llegó como consecuencia del aburrimiento que me embargaba, revolviéndome en mi cama por horas de la noche de ese sábado 13 de enero del 2019, cuando sentí el impulso de llamar a mi mejor amiga e ir por un encuentro de otra persona, persona por la cual no llegó, quedándonos en un bar cerca de casa, llamado la “AZOTEA”; nos quedamos allí por unas horas, empezando por unos tragos suaves con la conversación muy amena entre ambos, --mucho era el tiempo que no lo hacíamos—nos llevó a una primera cerveza, luego dos y así sucesivamente hasta terminar por una cusqueña de trigo a las 2.35 am, cerrando el local, y con una pareja que no lo era, --al menos ellos lo decían--, flirteando como procesando aquella amistad que no está lista para afrontar una relación. Coreando canciones románticas al pie de la barra con los encargados del recinto, decidimos ingerir los últimos sorbos y marcharnos para casa, fue cuando ninguno de los dos quería irse tan temprano, decidimos obedecer nuestra curiosidad de visitar ese punto escondido que estaba en un boulevard muy conocido “calle nueva”. No encontramos nada hasta alzar la vista y escuchar un poco de ruido musical en la terraza de aquella casa de tres pisos, en la barandilla se hallaba mi hermano con sus amigos de la zona, algunos los conocía y otros solamente de un saludo cotidiano.


Gritamos desde la acera que estaba en frente de aquella casa- discoteca, y nos divisaron desde lo alto para luego hacernos entrar con cierta exclusividad, mientras muchos chicos se quedaron con las caras tristes de no poder entrar en un lugar donde el aforo máximo seria aproximado de unas 100 almas. Ya arriba saludamos a los asistentes, --todos amigos de mi hermano--. Compartieron su cerveza con nosotros y luego terminamos por beber al señor de la noche Míster Jack Daniels, con su conservación y destilación de aquel alcohol que no duró toda la noche, porque se cayó de aquella silla donde descansaba con sus demás compañeros, cómplice de aquel rescate que no entrarían en nuestros seres para terminar de fermentarse. Avergonzado el culpable de su caída, pasamos a tranquilizarnos y comprar otro, pero en esta oportunidad no había, solo quedamos por comprar un vodka, costando nada barato pese a que el agua destilada y sus componentes eran corrientes pasaba a formar parte de nuestra diversión.


Diego, el chico barténder y amable del barcito de la Azotea, se encontraba allí después que nosotros, --Charo y yo—entramos en el local, nos sugirió una gran idea de llevarnos el trago y continuar bebiendo en su lugar de trabajo sin hacer mucho ruido. Eso hicimos.


Luego de caminar una vuelta a la manzana, --el lugar se hallaba justamente en un parque cerca a la comisaria de aquel barrio histórico, acompañado por un renovado ambiente de estilo oxidado, sepia. A menos de cien metros de distancia; abrieron la puerta y se colocaron todos en sus posiciones con las personas más afines y el vaso en mano después de que Diego nos sirviera nuestros tragos. Brindamos y en ese entonces apareció un séptimo integrante. Freddy.


Freddy es un amigo muy culto –al parecer--, amigo de mi hermano y de los demás presentes: Mico, Alan, Andrea, Diego y Edward, ya que por mi parte y la de mi amiga, no lo habíamos visto jamás. Es un muchacho muy bien parecido con un alto standing a simple vista, pero con el pasar de las horas se conocería a un joven sencillo y carismático; conversador y muy atento. Se dedica a ser conferencista motivacional. Decidió quedarse con el grupo hasta terminar por irnos a su casa.


Era una noche en el que el reloj pasaba por quedar desapercibido dando cabida a la buena conversación y un mejor momento. Nos retiramos a eso de las siete de la mañana, sin embargo, Charo ya se había retirado mucho antes, embarcándola para su casa, estaba algo cansada de una noche muy fresca de juventud, pero ardua en el golpe del semblante. La edad para esos trotes no era como cuando uno poseía los veinte, abrazándolos para no dejarlos ir, imposible de atarse a esos años mozos en lo que nada te hacía daño; hoy por hoy, las factura nos cobraba con intereses.


Llegamos al lugar donde vive Freddy, una casa rustica estilo antiguo, de material noble color rosa, de aquellos en que el techo es de forma triangular. Desde que ingresamos lo primero que observe fue un escritorio --tan solo al entrar--, una libreta y un lapicero donde anotaba seguramente lo que se le venía a la cabeza o aquellas palabras que gozaban de jolgorio encima de una tarima en mitad de una gran conferencia. Seguramente para ello era, las anotaciones, dejé algo a medio escribir, una frase o una vivencia, tal vez unas palabras sin sentido en mala prosa, pero el hecho que poseí algo que también había experimentado y lo sigo teniendo, mi libreta de apuntes de mi tercera novela; entendí que también escribe…

Nos quedamos por un par de horas a más tardar, saliendo casi a las diez de la mañana, quedaba cerca a mi casa por la Av. Piérola, es lo que recuerdo, compramos cervezas y empezamos a beber sin saber por qué, siendo el factor importante la conversación y las discrepancias que se formaban por cada modo de pensar de los cuatro integrantes. Fue tan rápido, pero al parecer eché un vistazo fugaz a aquella casa que me empezaba a desolar y sentir una inspiración, pero los dedos no querían danzar sobre las líneas de aquella libreta, imaginé por un momento aquel lugar perfecto para estar solo e inspirarse a seguir redactando lo que no vengo haciendo últimamente.


Me quedé dormido sobre la silla, y luego mi hermano tomo la decisión de marcharnos a casa, las cervezas seguramente nunca se terminaron y la única dama que estaba en el Hall, se quedaría para continuar con la plática y el conocimiento. Siendo muy amigos los dos.


Lo que rescato que, de una noche cualquiera en un sábado, pueden brillar las estrellas aún más que la propia luna, debajo de un techo infinito, haciendo que se complementara los planetas, el cosmos entero para pasarla bien.


Sinceramente un gusto para los mencionados el haber hecho que sea una noche diferente, estimados.







-Olav A.-

2 comentários


Rosario Guillén Del Pozo
Rosario Guillén Del Pozo
15 de jan. de 2019


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Rosario Guillén Del Pozo
Rosario Guillén Del Pozo
15 de jan. de 2019

De la azotea a la terraza....cierto mi corazón bello una linda noche con la mejor compañia, donde conocimos gente muy agradable que nos abrieron las puertas del local donde estaban y que pudimos compartir con los chicos. Coreando nuestras canciones y deseando en el fondo que el tiempo se detenga....Gracias por esa noche diferente en la AZOTEA primero y luego en la TERRAZA.

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