"CARACOL SIN CONCHA"
- Olav Alcántara
- 9 abr 2019
- 10 Min. de lectura

Era un día del mes de febrero de 1981, cuando Marcia venía al mundo toda rosadita con un llanto ensordecedor de existencia, la enfermera la desligó del cordón umbilical que la unía a su madre. La madre para luego limpiarla; por su parte estaba muy cansada de todo el parto, una simpleza en instantes, pero luego con el pasar de los minutos se fue complicando, la dilatación no avanzaba más de seis, esperando por los otros cuatro restantes para empezar con la faena. No quería que su hija viniera al mundo por cesárea. Puso de su parte para que empezara con los pujidos; el marido en la sala de espera, --aquellos tiempos no se podía entrar a la sala de parto las personas por más parientes cercanos que fueran—los nervios se apoderaban de él y la ansiedad llegaba a su límite, los médicos corrían de un lado a otro como quien deja entrever una emergencia que no pudiesen controlar, pregunto a uno que otro que se cruzaba por el pasillo del sanatorio. Las horas corrían y al parecer todo marchaba bien, ya no salieron a decir ni buenas ni malas noticias; después de un largo tiempo salió la obstetricia para dar la primicia: nació una mujercita de tres kilos con cuatrocientos gramos, sana y salva; el único inconveniente fue que su esposa no dilataba y la bebe estaba ahorcándose entre los cordones, fue algo riesgoso, pero ya todo pasó. Felicitaciones caballero. El hombre cambió de semblante; la sonrisa de alegría se le notaba de oreja a oreja…
Marcia fue pareciéndose mucho a su padre conforme crecía, era una niña en medio de tanto amor, sus padres eran de los más amorosos y engreírla no era una molestia, la princesa había llegado a casa después de su campeón Leonardo. Son los papás los más engreídos con sus niñas, y aunque Marcia no sabía que muecas eran lo que le hacía, ella solo sonreía. A sus tres años el padre no la había dejado sola por ningún momento, después de llegar del trabajo. Leonardo no se sentía despojado por su hermana, era él quien la cuidaba cuando su madre estaba con algunos encargos de la casa, los cuatro formaban un núcleo muy sólido. La niña fue creciendo y creciendo conforme pasaban los años.
La escuela elemental o primaria le fue muy grata recordarla porque nunca fue una persona muy sólida, tenía amigas y amigos y disfrutaba mucho de ellos, sociable y deportista desde muy temprano y una alumna aplicada con becas ganadas por su superación. La conducta intachable, una niña modelo que fue orientada para ser la hija responsable y de carácter como lo era el padre. Se disputó muchas veces en las ligas intercolegiales de voleibol, como centro campista y ataque, su talla era envidiable y su presencia aún más. Gustaba de muchos chicos, pero no se atrevía a prestarles atención por no estar preparada. Lo dejó pasar como si no fuera lo normal tener una relación de ilusión por esa edad temprana de la vida [los trece].
Llegó la experiencia escolar de bachillerato o secundaria, encontrándose sola; sus amigas no estaban cerca de ella por el año 1993, se había marchado a otro vecindario mas cómodo y apaciblemente elegante; el padre crecía económicamente y la empresa que manejaba le daba ciertas ventajas para no abandonar sus deberes de padre y esposo.
Marcia entró a la escuela nueva con la iniciación de ser una adolescente. Una señorita. Le estaba presenciando esa primera mancha precoz de la menstruación, se asustó por un momento, pero luego había estado avergonzada como lidiar con ello. Sin embargo, su madre le había capacitado desde hacía mucho sobre aquella llegada natural. La primera vez le cogió en el colegio y luego con la constancia mensual se le hizo más que un ritual comprar toallas higiénicas para poder resguardarse de cualquier desgracia sanguínea…
Estando en la secundaria conoció a todo tipo de chicas: las que son aventureras –esas que no le temen a nada y osan por ser de una manera que le encuentran interesante y agrandada de la vida--, las que parecen monjas pero no lo son –unas nerds eruditas aplicadas para salir aventajadas con las notas principales--, las malogradas –esas que vienen de cada lugar inhóspito de la calle ”salsipuedes” y que les importa un rábano lo que sus padres invierten en su educación--. Entre otras más que veía en el patio a la hora del recreo.
Marcia quería mucho a todo lo que le rodeaba, si le prestaban atención y confianza ella se entregaba sin titubeo alguno. Terminó por llevar la secundaria con una amiga que le duró por casi toda la etapa. Se llamaba Fabiana, una linda y tímida jovencita de lentes grandes y muy aplicada en su clase, de buena familia y de un potencial exitoso con el pasar el tiempo. Marcia se identificaba en cierta parte con ella, pero quería descubrir otras experiencias y no ensimismarse con el mismo tipo de amigas, sin embargo, era lo que su aura o magnetismo atraía de aquella clase de chicas.
Le parecía monótono la junta con Fabiana, pero la sobrellevaba bastante, hasta que un día cualquiera se juntó con una señorita de otra aula; sin querer se la encontró en la biblioteca y decidieron compartir un libro que no tenían más ejemplares, la misma tarea buscaban al parecer, conversaron hasta tarde menos de la tarea y al final de la tarde decidieron por empezar a revisar el dichoso libro. Compartieron sus direcciones y a cualquier razón estar en contacto. Alexandra la muchacha rebelde que estaba castigada en la biblioteca por haberse robado el cuaderno de una compañera y lanzado al techo de una de las aulas, se HABÍA DADO por descubierta cuando alguien la delató. A no tener nada que decir en su defensa se calló para ser llamada y expulsarla ya que no era la primera vez que se vengaba de alguien, lo había hecho de todas aquellas que abusaban de una forma de su persona. Vio al poco tiempo en Marcia una seguridad corporal, era más baja que ella, se le dejaba ver a simple vista.
Formaron el trío de amigas, para estudiar y ayudar a reforzar a Alexandra –entre Fabiana y Marcia--, para jugar voleibol y salir un fin de semana a algún club que esté de moda o la pijamada que hacían en casa para ver películas, abusar de las golosinas y alcoholizarse de música que la hacían viajar a una dimensión desconocida pensando en algún recuerdo.
En el colegio eran inseparables, y marcadas con el dedo por algunas rebeldes que les tenían rabia por ser las nerds del salón --De esas que dan ganas de pegarles por bonitas y aplicadas--. La formación de casa y en la escuela significaban mucho para la vida de Marcia, ella mismo dijo a sus padres que esta fascinada el modo de crianza que tuvieron para con su hermano y para con ella. No era expresiva afectuosamente, pero si le gustaba conversar y dedicarse a escuchar los consejos de ambos que esperaban mucho para su futuro.
Con el pasar de los años y los grados en el colegio se apegaba a la idea de dedicarse al voleibol profesional, era una calificada deportista. El temor llegó poco después cuando se incrementaba el tamaño de sus senos, parecía no gustarle. Al caminar por alguna acera llena de hombres y mujeres, sentía una desnudez visual que no le gustaba. Un episodio muy drástico fue cuando terminó en las duchas de su colegio después de entrenar y no pudo sacarse la prenda del pecho, se intimido al ver a esas demás compañeras desnudas en los casilleros listas para ir a las duchas en conjunto. Se vistió nuevamente y terminó por salir corriendo despavorida con su maleta y ducharse en casa. Empezaba el trauma de su cuerpo y desarrollo.
Llegando a casa, abrió la puerta de su casa y saludó a todo el mundo en el Hall, corriendo se dirigió a su cuarto a asearse y verse en el espejo. ¿Era una inquietud corporal o un miedo a ser mujer? ¿Tal vez sea lo que le esperaba al ser una mujer? ¿Pensaba que solo le bastaba la menstruación para llamarse mujer o sentirse como tal? ¿los pechos le avergonzaban o le daba miedo que pueda sentir con ellos? ¿estaba en el cuerpo equivocado? ¿somos bisexuales a la hora de nacer y de desarrollar hasta la edad media de los doce años para verdaderamente sentirte como un humano adulto y reconocer tu sexo y género? Eran unas cuantas interrogantes que corrían por su mente.
La vulva de su vagina y sus labios externos se ponían más carnosos y aventajados, con una matriz preparada para engendrar y un cuerpo del que quería ser desnudado y experimentar una primera relación sexual. La sangre no la ponía nerviosa, los bellos que brotaban de su cuerpo la desesperaba y los senos se marcaban poco a poco, no le bastaba la camisa o el polo que se ponía cuando no los sentía. ¿Tenía que ver acaso la diferenciación de la crianza con la de Leonardo?
Al parecer Leonardo no tenía ningún impedimento de ser quien es y comportarse como tal habiéndose criado juntos en la misma casa y con los mismos padres, ¿por qué para él, no le era difícil identificarse y sentir? –era lo que se preguntaba Marcia--. Se metió a la ducha y se lavó todo el cuerpo, raspándose con la esponja de baño el pecho, era lo que visiblemente sentía incómodo. El disgusto se avecinaba con el pasar de los días. Muchas veces llegaba al colegio y le veía todos los pechos de las niñas y sentía una molestia como no se avergonzaban e incomodaban con su delantera, una aceptación natural. ¿Por qué no podía sentirse así Marcia? Sus atenciones y fijaciones era las delanteras de las niñas de los primeros años del secundario; había unas con un pecho grande y otras que no eran aventajas por la naturaleza, Marcia se encontraba recién en termino principiante. Era, se veía y sentía como una tabla que solo saltaba sobre la net para pegarle a la pelota y no tenía ninguna molestia, como si fuera una tabla de surf, y, estaba muy contenta con ello. Pero ahora era todo lo contrario, se distraía por lidiar con esos pares de tetas.
Al entrenar, de ahora en adelante, se colocaba fajas por la cintura y vendas por los senos para que no la molestaran cuando tenía que saltar por encima de la net en la cancha de voleibol, la molestia y la aberración que empezaba a tenerle eran terriblemente asquiento, aborrecía su anatomía incómoda que estaba poseyendo. Se cambiaba en los baños personales, sin dejar entrever nada de lo que hacía, disfrazándose para jugar bien. Al salir a la cancha parecía su torso como aplastado y el cabello recogido como un chico atleta.
Los años transcurrían y la cosa se había vuelto muy seria. Su madre nunca la veía semi-desnuda desde que terminó la escuela; justo en el primer año de egresado había conocido amigos y sentía una atracción por Patricio, el chico vecino de su cuadra. Lo conoció y poco a poco fueron saliendo para conocerse más, estaba siendo encantada por alguien que no había experimentado nunca antes y menos en el colegio porque era de señoritas. Ambos tenían la misma edad, salieron por mucho tiempo y practicaban diferentes deportes, pero veían el tiempo que hiciera falta; conversaban de todo un poco y partieron desde un beso hasta una intención de irse a la cama. No resultó. Se llenaba de muchas dudas, no era apta para tremenda experiencia y por más edad que tenía no era conveniente en esos momentos darse a mostrar en la intimidad, Patricio lo entendió, pero luego se entercó asustándola con la idea burguesa y conservadora de la virginidad en las mujeres. Fueron muchas entradas y salidas a la casa de sus padres cuando estaban solos, al comienzo fue un entendimiento vago, pero luego la situación de presión para Marcia se puso insostenible, terminando por dejarlo y no seguir para delante con ese encanto. Le costó mucho dejarlo ir, pero era su oportunidad de estar sola y descubrirse…
Sus padres eran unos señores conservadores, siempre reinaba la paz y la sabiduría en casa, pero al abordar el tema o gran problema que le ocurría a Marcia no eran más que dos inútiles, encarcelándola en una malformación de género, genero sexual que no la identificaba; le aberraba ser mujer en esos instantes y no quería pertenecer a ninguno solo, ser humano le bastaba, creía que estar en el medio oriente con su chador le vendría bien, pero, esto era occidente y el ahora no podía luchar contra lo que ya estaba establecido por la misma sociedad y sus acciones comportamentales.
Quiso muchas veces abrirse con su madre, pero le fue inútil, le ponía ejemplos para que se diera cuenta, pero era imposible, la madre solo abordaba por cubrir lo que temía que fuera, ser gay. Utilizó a su sobrina Camila para que hablase con ella y pudiese ayudarla en su mistificación, era bastante clara que tenía un problema, lástima que no quería saber la respuesta, le aterraba. El padre muy ocupado de sus asuntos empresariales no le daba el tiempo de estar con ella y sus conflictos internos, no los había sabido de ninguna manera ni siquiera por su mujer. En algunas ocasiones la abrazaba y la hacía sentir más que bien mimándola y aconsejándola, pero en otros, sentía que era una pieza más dentro de su sala o un adorno colgado en la pared. Leonardo por su parte siempre se quejaba de la falta de ropa que tenía en su habitación, la culpaba [a Marcia] de ponérsela toda y tomar sus cosas sin permiso.
Estaba clara que era más que un patito feo, el patito hermoso con complejo andrógeno. No sabía que era peor, ser fea, o ser bonita; no era su mayor preocupación en esos momentos, necesitaba gritarlo antes de volverse loca. La madre la escuchaba unas cuantas palabras y luego sometía a pensar en lo bonita que se vería en un vestido y no en los andrajos de su hermano puesto. Marcia sin faltarle el respeto sentenciaba: no sabes, no te das cuenta…nunca entiendes nada ma.
Doña Mercedes moría por entenderla, pero en sus tiempos no había esos conflictos que ahora pasaban por cabeza de cualquier chico y lo hacía grande sin poder resolver nada. Sus padres de doña Mercedes fueron independientes con un machismo muy fuerte por parte de su misma madre mientras que en su casa gobernaba el patriarcado, la madre no se quedaba atrás en darle rienda suelta a los mandatos de su marido, resolviendo a cualquier incidente con lo mejor que sabían hacer: luchar solos que [los problemas] no les duraría toda la vida.
Aunque doña Mercedes no quería hacer eso mismo con sus hijos, siempre les enseño a defenderse de cualquier eventualidad, pero esta vez no sabía cómo tratar a Marcia. No había identificado siquiera el problema, pero erróneamente se lo imaginaba, una homosexualidad por parte de su hija. Hija que nunca le confirmó ni lo negó, estaba desconcertada de no entender…
--Olav Al.--
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